Las viudas del narco
por Azucena Manjarrez
Se llama Ana. Tiene 28 años. Sus medidas son 93-60-90 y hace nueve años que es viuda. Casi nadie lo imagina. En su rostro no hay huellas de dolor. Va por las calles como una adolescente sin preocupaciones.
Su cabellera negra y lacia llega hasta la cintura, justo donde se separa la blusa rosa que trae puesta, de la marca Bebe, de su pantalón de mezclilla.
Unas botas Nine West se verán más abajo. Pulseras de oro de 18 kilates con incrustaciones de diamante y una bolsa Louis Vuitton, color tinto, completan su vestimenta.
Las miradas de los hombres están sobre ella. Ana lo siente. Prende un cigarro y se acomoda en una de las mesas del Centro Comercial Forum, a donde acostumbra ir sola, porque para las compras sus hijos, Carlos y Ramón, se quedan en casa.
Se siente libre. Ella es una de las decenas de viudas que dejan los ajustes de cuentas entre los narcos en Sinaloa, donde cada año mueren entre 500 y 600 personas. Ahora disfruta de otra vida. Más lujosa y sin presiones.
Él le dejó casas, carros y joyas, pero también un sustituto: desde hace seis años Ana se juntó con Ramiro, el compadre, quien fuera el mejor amigo de su extinto esposo.
Se gasta el dinero en boutiques, salas de belleza, viajes. También se compra lujosas Hummers y Escalades, en las que recorre la capital sinaloense y Sacramento, California.
Es una mujer al más puro "Buchon’s culichi style". De las que son inconfundibles en cualquier lugar, de maquillaje fuerte, uñas largas y decoradas, cabello lacio con extensiones. La ropa ajustada es otra de las características.
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25 de diciembre de 1998
Ese día noticia la tomó por sorpresa, Carlos, su esposo, había sido ‘levantado’ por un grupo armado casi llegando al municipio de San Ignacio, donde la sangre corre con frecuencia.
Habían pasado poco más de 40 minutos desde que tomó la salida norte del puerto de Mazatlán. Lo acompañaba su compadre. El objetivo era sólo Carlos.
Los sicarios venían vestidos de judiciales. Le apuntaron en la frente. Lo hicieron bajar de su Cheyenne azul marino. Tres días después lo encontraron atado de manos, con los ojos vendados y cinco balazos de AK-47, en diferentes partes del cuerpo. Le dieron también el tiro de gracia.
Esa Navidad fue diferente. El luto empañó la fiesta.
Ahora el compañero de Ana sólo recuerda que dos carros se les atravesaron en la carretera y los hicieron bajar. 'Tú no nos interesas', le dijo uno de los empistolados. Se llevaron a Carlos.
"Yo sentí mucho miedo, ni tiempo de sacar la pistola nos dio. Miré cómo mi compadre se puso amarillo. Él era impulsivo, de armas tomar y pensé que no se detendría pero al ver que nos cerraron el paso no hubo de otra", cuenta Ramiro.
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28 de diciembre de 1998
La noche era nublada. En el poblado de Carlos no hubo balazos. Los “cuernos de chivo” al marcar las 12:00 horas, no se escucharon. Esperaban la noticia. En estos casos las cuentas del narcotráfico se cobran y caro.
A partir de entonces para Ana fue como mirar una película en sepia, sólo por unas horas. A las 10:00 de la mañana le avisaron del hallazgo. Ya lo presentía. El mundo se le vino encima.
La buena posición de la que gozaban en esos momentos la adoptó Carlos 10 años atrás, al empezar a trabajar con el cartel de Tijuana. Ahí era considerado un buen elemento y su función era conectar a los compradores de droga para el narcomenudeo.
Entre Los Ángeles, Mazatlán, Culiacán y San Ignacio estaban sus clientes. Todo marchaba bien hasta que mermaron sus tratos con los Arellano Félix.
La situación se dio antes de que Ramón fuera asesinado, el 10 de febrero de 2004, en plena fiesta carnavalera de Mazatlán y Benjamín, su hermano, fuera encarcelado meses después en un departamento de la capital poblana. Algo no salió bien y ellos mismos lo mataron. Se cayó el negocio y su vida también.
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30 de diciembre de 1998
Era un día nublado. La canción “El puño de tierra” con una banda en vivo se repetía una y otra vez. El cuerpo de Carlos recorría por última vez las calles que de niño pisó, la tierra que algún día comió.
Lo llevaban dentro de un féretro de cedro sobre una camioneta Silverado roja conducida por su compadre. Él también lloraba y se consolaba con una botella de Buchanans.
Ana estaba desconsolada. Se apoyaba en su suegra, Martha, quien durante dos años consecutivos había sufrido la pérdida de un hijo y un sobrino, en situaciones similares.
"Sí me dolió mucho su muerte, mis hijos lo sufrieron. Pero hay que pensar que con lo que nos dejó no podría darles el mismo tipo de vida a mis hijos. Mi compadre no me gustaba desde antes, pero al verme sola, las cosas se dieron", relata.
"Quizá lo que me dejó él me hubiera servido para pasarme unos tres años bien y tendría que empezar a vender propiedades. Yo no estudié carrera, me quedé hasta la prepa, ¿qué haría?. El narco no me interesa, es mucho riesgo".
Cuando cayó el último puño de tierra sobre el féretro, Ana selló su vida con Carlos. Desde entonces no ha vuelto al cementerio. Martha, su suegra la acusó de ser una puta por irse a vivir con el compadre.
"Estuve un mes viviendo con mi suegra, vimos lo que dejó mi marido. Le hicimos una gran tumba y me regresé a Sacramento, donde teníamos una casa. A la vuelta de ahí vivía mi compadre con mi comadre", dice.
"No sé bien qué tipo de relación tenían, pero él nos apoyó en todo momento para saber quién le debía dinero a Carlos, sus propiedades y pues las cosas se dieron. Creo que sí soy feliz".
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19 de febrero de 2007
Ana es feliz. La cajetilla de cigarros se ha terminado. Ahora le preocupa comprarse un par de pantalones y blusas en la tienda de la marca Pavi, ahí en la segunda planta del centro comercial.
"Yo no me siento culpable, al contrario, creo que fue la mejor decisión que he tomado en mi vida, si no imagínate, qué hubiera hecho yo con mis hijos. Ahorita tienen 8 y 6 años y son felices", resalta.
Ella deja caer su mano sobre la mesa y cuestiona, ¿cuántas no quisieran mi suerte?
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16 de Febrero de 2006
La historia de Carmen es diferente. Ella y sus dos hijas tocaron el cielo con la fortuna que amasó Luis como trabajador del Joaquín Loera, alias "El chapo Guzmán". Desde hace un año tocan el infierno.
Ella era maestra de primaria titulada y se había retirado porque no le hacía falta el dinero. Rocío y Marcela estudiaban en el Colegio Sinaloa, se paseaban en los carros lujosos de su padre. Vestían como niñas bien.
Ahora, ella tiene doble plaza como docente de tercer grado, en una comunidad cercana a la ciudad; Rocío, de 19 años, está casada con un ex colaborador de su padre, tienen un hijo y le emociona que su marido tenga tratos con "El chapo Guzmán".
En cambio Marcela, de 17 años, todavía llora la muerte de su papá. Estudia segundo año, en el Colegio de Bachilleres número 26 y no le llaman la atención las camionetas ostentosas, ni los narcojuniors.
Para ellas la noticia fue impactante. Sabían que Luis le hacía a los negocios sucios, pero no para que lo mataran. Su cuerpo fue encontrado con un balazo en la espalda y el tiro de gracia, amarrado y torturado, en la cajuela de un Nissan Sentra blanco.
En dos días no habían sabido nada de él. Lo buscaron inútilmente, hasta que el 16 de febrero de 2006 las despertó la noticia, en las afueras de un centro comercial, un auto despedía olores fétidos. Lo abrieron y ahí estaba el cuerpo de Luis.
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16 de Febrero de 2006. 20:00 horas
La funeraria San Martín lucía llena. Carros de todo tipo, lujos y colores. Era un narco de mediana estatura pero los jefes, para quienes trabajaba desde su juventud, lo apreciaban.
Luis a los 19 años ya sabía contactar personas para hacer negocios sucios y apuntar una pistola si se le presentaba la ocasión.
Podían derrochar dinero cada que se concretaba un negocio, algunas veces sucedía cada dos meses, otras hasta seis. Eso les permitía viajar, tener una casa lujosa en una privada de Culiacán, comer en restaurantes. Todo dependía de los tratos.
Las cuentas en el banco crecían pero no de manera desmesurada, ellos gastaban sin prever el ahorro ni el futuro. Aplicaban el dicho más vale vivir cinco años como rey, que 50 como buey.
"La verdad nunca pensé que lo fueran a matar, no ahorramos lo suficiente, sólo disfrutamos. Tuve que ponerme a trabajar para sacar a mis hijas adelante, a los meses, mi hija mayor se casó con Jorge, tienen un niño de un año", refiere.
"Nunca tuve temor, ni lo tengo ahora en la vida de mi hija, todos tenemos nuestro destino marcado y si ella está disfrutando del dinero ahorita y nos ayuda un poco, qué bueno. Le aconsejo que ahorre, no vaya ser que lo maten también".
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18 de febrero de 2007
La ropa que ahora usa Carmen no es de marca. Trae puestos unos pantalones de mezclilla deslavados, zapatos negros, un poco terrosos y una playera ajustada.
"A los días de su muerte, la verdad es que no teníamos ni qué comer, saqué ropa nueva que tenía en el clóset, perfumes, joyas y la fuimos pasando hasta que conseguí acomodarme en la primaria", recuerda.
"Sigo estando triste, lo extraño pero también esa vida que nos dábamos. De eso hay sólo recuerdos, fotografías de esa buena fortuna. Estamos solas, no nos queda más que visitarlo al panteón y rezarle mucho".
Carmen tiene pocos minutos para hablar, el timbre para entrar a su segundo turno está a punto de escucharse.
"No puedo borrar la imagen de mi marido de la cabeza. Tan lindo estaba ahí dentro de esa caja de muerto con un tiro en la frente, le sigo llorando y aunque no vivamos como reyes, creo que la vida nos reconfortará de esta pena".
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18 de enero de 2007
A seguir el negocio. No se agüite mija, usted no volverá a sufrir pobreza. Todo lo que mi hermano le dejó será suyo.
Esa es la voz de José, hermano de Martín, un narcotraficante de un poblado cercano a Culiacán, quien junto con un amigo fue acribillado de cinco balazos en el cuerpo, por judiciales, dialogando con Rosa, la viuda.
Era un capo de altura, más de 100 jóvenes estaban a su servicio, controlaba la mayoría de las rancherías de Sinaloa. Cada año sembraba cientos de toneladas de mariguana.
El respeto se lo había ganado a pulso. De ser un simple mandadero de los 'jefes' se convirtió en socio mayoritario. Se movía con soltura.
Las diferentes corporaciones policíacas estaban de su lado, pero desde la llegada del Ejército a Sinaloa la situación se complicó. Uno que otra autoridad cambió de postura.
El día de su muerte pretendía sacar de la cárcel de La Cruz, Elota, a dos de sus compañeros, que habían sido sorprendidos en un sembradío.
No hubo trato y abrió fuego contra cuatro policías. Uno de ellos era su amigo.
Junto con Lucio salió del lugar a todo motor. Fueron sorprendidos por una cuadrilla de policías del sector. Se dio una persecución policíaca, en la que Lucio recibió un impacto de bala, en el brazo.
Ahora el destino era buscar un médico, pero con la presión de las autoridades siguiéndolos, sólo alcanzaron a llegar a El Salado, ubicado 30 minutos antes de llegar a Culiacán.
Ahí los bajaron y los mataron a sangre fría. El móvil contado por los medios locales fue diferente.
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19 de enero de 2007
Cinco días habían pasado de aquella fiesta de bautizo del hijo único de Martín.
Los Canelos de Durango, Los Invasores de Nuevo León, Ramón Masiaca, la Banda Hermanos Meza y muchos más amenizaron el jolgorio. Amaneció y las botellas de vino y cerveza, y los platos de comida seguían circulando.
Era la casa más grande y lujosa del pueblo. Martín era un ejemplo de que los buenos negocios suben como espuma el honor, la calidad de vida y los sueños.
"Mi hermano era tranquilo, la gente lo quería mucho, era bondadoso, la mayoría de la gente del pueblo vivía gracias a él. Esos pinches policías le pagaron mal. Ya tenía días que una camioneta rondaba la casa y eso lo inquietó", recuerda José.
"Por eso Martín andaba bien armado; bombas, bazukas, AK- 47, de todo, era cuestión de morir o vivir. La mala suerte los alcanzó pero esto no quedará así".
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20 de febrero de 2007
Él ya está en el cielo.
"Mi hermano descansa en paz, la vida sigue y el negocio también. Mi cuñada estaba enterada más que yo de todo, de cómo se movía el asunto. Seremos un apoyo y no dejaremos caer la dignidad de mi hermano", asegura José.
Rosa, su esposa y hoy viuda, está enojada. Le duele la muerte de Martín.
"Quienes mataron a Martín se arrepentirán toda su vida. No debieron matarlo, las cuotas que él les daba de manera semanal eran grandes. Eso fue un dedo, de alguien que les llegó a un precio más alto", sentencia.
"Estoy muy dolida, más porque mi hijo está muy chiquito, teníamos tres años de casados. No me da miedo entrarle al negocio, me da más miedo quedarme sin nada. Fui muy pobre pero con él conocí la riqueza. No quiero cambiar mi historia".
Recargada en uno de los muros de mármol de la tumba de Martín, Rosa reclama: "Él no está muerto, sigue conmigo. La gente buena no puede morir así, eso es una injusticia".
Evita derramar algunas lágrimas, su rostro se enrojece y suspira.
"Mi idea no era meterme en esto pero lo voy a tener que hacer, hay mucha inversión ya. Esperaré que se vaya el Ejército para definir lo que haré. Sería una tonta si dejara que todo esto se cayera", asegura.
A diferencia de las demás ‘buchonas’ Rosa viste sencilla, se limitada a un pantalón, blusa, zapatos marca equis. Los compró en una venta de saldos, en el último viaje que tuvo con Martín a California.
“Me gusta ser lo más sencilla posible, así era él. Su clave era pasar desapercibido para la gente. No sé si me compre otro tipo de ropa para imponerme ante los hombres. Ahorita estoy muy triste”.
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22 de febrero de 2007
Los diarios de hoy han publicado la noticia. Está en primera plana y con letras rojas, para que resalte. Por una de las calles de Culiacán han matado a dos hombres. A uno lo han dejado como “coladera”. Rafagueado con “cuernos de chivo”. La gente se arremolina curiosa. Los policías lidian con los morbosos de ocasión.
Los guardias y el agente del Ministerio Público hacen como que investigan y recogen evidencias que seguro no saben ni qué son. Lo hacen porque los reporteros de la lente sacarán las imágenes y tal vez las vea el Procurador.
Entre la gente se abre paso un mujer joven de ajustados pantalones. Grita, patalea y gime.
El muerto es su esposo. Le recuerda a sus hijos, que hoy han quedado huérfanos. Le jura que no volverá a casarse con nadie más.
'Me harás mucha falta', le dice, luego desfallece y alguien la ayuda. Una vida llegó a su fin, es a su vez el comienzo de una nueva historia. De esas que nacen, mueren o crecen a diario.
Otra viuda aún no sabe que lo es. Lo sabrá horas después. A su marido lo encontraron encajuelado, a unos metros del Aeropuerto Internacional de Culiacán. Estaba atado de píes y manos y envuelto en un cobertor.
Es apenas febrero acá en la capital del estado y la muerte ha dejado más de 50 viudas. Es febrero y hay violencia, huérfanos y mujeres sin maridos. Son las viudas del narco, no cualquier viuda.
Azucena Manjarrez.- Pensar en uno mismo no es difìcil para mi soy alegre y sangrona a la vez, claro, sólo con quien así debo serlo. Me gusta leer, aunque a veces no tengo mucho tiempo, me agradaba la danza, ya no porque renuncié a ella, la música, el cine y escribir, son algunas otras cosas que me entretienen. Disfruto conocer nuevas historias, lugares y platicar y pensar que cada día será un misterio.
martes, 24 de abril de 2007
miércoles, 28 de marzo de 2007
Puras mujeres bravas
Culiacán, Sin. Febrero del 2007.
Puras mujeres bravas
Por Marisa Pineda
Sonaron siete balazos, Camelia “La texana” mataba a Emilio Varela porque la botó por la dueña de su vida. Desde ahí ya nada fue igual. La historia de amor y desamor del par de contrabandistas es un parteaguas en los corridos. Atrás quedaban las mujeres resignadas para dar cabida a las entronas, a las fieras que no se andan con cosas, esas cuyas hazañas, a la vez de demostrar que también las mujeres pueden, producen millonarias ventas que las listas de éxitos no registran. Ventas que en Culiacán, el último mes, han caído 80 por ciento a causa de la entrada del ejército.
Al noroeste de México se encuentra Sinaloa, “líder nacional en alimentos” reza la frase que acompaña la imagen institucional del gobierno estatal. Bañado por el Océano Pacífico, colindando con Nayarit, Sonora, Durango y Chihuahua, Sinaloa es el estado mexicano con más importancia agrícola, el que tiene la mayor flota pesquera y el que, tan sólo en el 2006, aportó a las estadísticas 602 muertos por ejecuciones relacionadas con el narcotráfico, de ellas la mitad ocurrió en Culiacán, su capital.
Cuentan las historias que durante la Segunda Guerra Mundial vino a Sinaloa gente del Gobierno del presidente norteamericano Franklin Roosevelt, a promover la siembra de mariguana y amapola para enviarla a los soldados en guerra. La guerra se acabó pero la producción siguió. En los años 70, la flor de amapola que adornaba jardines y camellones de Culiacán fue arrancada de tajo, el combate a las drogas arrasaba así con lo que hasta ese momento era uno de los remedios más socorridos por madres y abuelas para el eficaz combate a la tos. Las calles de la ciudad se convirtieron en escenario para ajustes de cuentas entre los entonces llamados despectivamente “gomeros”. El repertorio musical cambió y aquellos hechos sangrientos se plasmaron en corridos. A la radio llegó “Contrabando y traición”.
Oriundo de Chihuahua, el compositor Ángel González escribió la canción allá por los años 60, grabándola en esa época el mariachi Joe Flores, artista con cierta popularidad en la región de Los Ángeles, California. Fue hasta 1972 cuando el incipiente grupo sinaloense Los Tigres del Norte la retomó, catapultándolos al éxito. De la pieza existen ahora incontables adaptaciones, incluso hasta en rock. Ángel González tiene una producción que rebasa las 500 canciones, “Contrabando y traición” es su único corrido que habla de drogas.
Con Camelia surgieron las versiones; que si era de Sinaloa, que si de Michoacán, algunos presumían conocerla y otros más compartían el secreto a voces de que estaba refugiada en la colonia Tierra Blanca, el suburbio más sangriento del Culiacán de entonces. En las fiestas y en la radio cada vez más mujeres pedían sin recato el rebautizado “Corrido de Camelia la Texana”. Hubo quienes ya no se conformaron con ser esposas, novias o amantes de “gomeros” e incursionaron en “el negocio” -como comenzaba a llamársele al narcotráfico-, sino a protagonizar sus propios corridos. A la par, surgían otras que empezaban a cantar los hechos de los mafiosos. La música fue el escenario para la armoniosa convivencia de aquellas mujeres bravas.
De Rosita Alvírez a Sandra Ávila
Año de 1900, en un barrio de Saltillo, Coahuila. Rosita Alvírez, hermosa, coqueta, gustosa de los bailes, se fue a un jolgorio ignorando las recomendaciones de su madre. Hipólito fue a esa fiesta y a Rosa se dirigió, como era la más bonita Rosita lo desairó y hasta ahí le llegó el corrido (como suele decirse en Sinaloa para referirse al fin de la vida). Hipólito sacó su pistola y no más tres tiros le dio. No más uno era de muerte.
A orillas del Río Bravo, en una hacienda escondida, Laurita mató a su novio porque ya no la quería y con otra iba a casarse nomás porque las podía. Laura Garza, la maestra de la escuela, se entregó a su novio Emilio Guerra. El tipo le salió con que ya tenía novia (Estela) pedida en matrimonio y su amor se había acabado; ella no aguantó el dolor de la vergüenza y la traición, de su abrigo sacó una escuadra cortita, con ella le dio seis tiros, luego se mató Laurita.
Las mujeres en los corridos terminaban inminentemente muertas. Sus intentos por rebelarse al destino eran castigados con la tragedia. Salvo en las canciones surgidas en la Revolución Mexicana (en 1910), donde la bravura de las soldaderas era premiada con la admiración y el amor de sus hombres, en todas las demás estaban destinadas a un sangriento final.
Eso venía desde “La Delgadina”, el romance español convertido en corrido, cuenta la historia de una niña abusada por su padre, que termina muerta de sed. La cama de Delgadina de ángeles esta rodeada. La cama del rey su padre de demonios apretada.
La historia fue así hasta la llegada de Camelia y con ella la advertencia: una hembra si quiere a un hombre por el puede dar la vida, pero hay que tener cuidado si esa hembra se encuentra herida. Igual a Laurita Garza, Camelia mató a su amante; a diferencia suya de Camelia nunca más se supo nada.
Enseguida llegaron Margarita la de Tijuana, Carmela la michoacana y Josefa la canadiense; la primera de nuevo en voz de Los Tigres del Norte, las otras dos con La Banda del Carro Rojo de los Hermanos Quintero.
De las alusiones a los lugares de origen se pasó a la moda de los vehículos; “La dama de la Suburban”, “La dama del Montecarlo” y “La camioneta gris” que traían bien arreglada Pedro Márquez y su novia.
Todas tenían un común denominador: eran bellas, bravas, hábiles para burlar a las corporaciones policíacas de México y Estados Unidos. Implacables con sus enemigos, no se tentaban el corazón para mandar matar a sus contrarios o liquidarlos ellas mismas.
Los años 80 y los 90 atestiguaron el éxito de las mujeres en la mafia. Ya eran muchas y Francisco Quintero, compositor de Los Ángeles, California, fue el primero en reconocerlo en “También las mujeres pueden” y además no andan con cosas. Cuando se enojan son fieras, esas caritas hermosas. Y con pistola en la mano, se vuelven repeligrosas. La canción la grabaron Los Tigres del Norte, en 1992, y fue un éxito. Seis años después, Jenny Rivera haría lo mismo.
Jenny Rivera dio voz a “Las chacalosas”, mafiosas de prosapia que reconocen Soy hija de un traficante, conozco bien las movidas, me críe entre la mafia grande. De la mejor mercancía me enseñó a vender mi padre.
El siglo veintiuno trajo consigo los corridos de las sinaloenses Enedina Arellano y Sandra Ávila Beltrán. Explosión Norteña canta cómo Enedina Arellano Félix tuvo que hacerse cargo del Cártel de Tijuana, a la muerte y encarcelamiento de sus hermanos Ramón y Benjamín. Los Tucanes de Tijuana cuentan como la astucia y el arrojo de Sandra Ávila la han llevado a controlar el lavado de dinero, desde Jalisco hasta Sonora y al sur de California, Estados Unidos. Ese control de la zona le ha ganado el apodo de “La reina del Pacífico”.
Si se pregunta a cualquier vendedor de discos, en los mercados de Culiacán, cuál es el corrido más nuevo de mujeres mafiosas, la respuesta es unánime: “el de La reina del Pacífico, con los Tucanes”. Por ciento veinte pesos, la más reciente historia musical de narcas es suya.
La ficción apunta al norte
El periodista y escritor español Arturo Pérez Reverte ha dicho que su novela La reina del sur se inspiró en el corrido de “Camelia la texana”, y que el personaje principal, Teresa Mendoza, surgió al ver a las muchachas que venden dólares en Culiacán.
En el cuadro comprendido entre las calles Juárez, Hidalgo, Galeana y Granados se encuentra “El mercadito”. Cual camaleón una placa se pierde entre anuncios, en ella se lee: Centro Comercial Rafael Buelna. Fundado en 1962. La gente le puso el diminutivo para diferenciarlo del Mercado Garmendia, el “Mercado grande” de la capital.
“El mercadito” ofrece una amplia gama de artículos. La oferta brinca de las frutas y verduras frescas a las alhajas; de los productos típicos de la región a la ropa de diseñador (Moschino, Louis Vuitton, Versace); de las tortillas a las botas y cintos de pieles exóticas, con precios que alcanzan cifras de cuatro ceros.
También están las tiendas que venden todo el equipo pa’ la siembra de la manzana, como eufemísticamente llaman al cultivo de enervantes: fertilizantes, aperos de labranza, mangueras, chalecos de camuflaje, cuatrimotos. Todo listo, nada más para poner las semillas.
En la calle Juárez, están las dolareras. Decenas de jovencitas de cuerpos curvilíneos, sin necesidad de gimnasio o cirugía. Todas traen pantalones, ajustadísimos, de mezclilla azul, blanca y negra, cual si fueran los colores oficiales. El pelo largo en rubio clarísimo o negro oscurísimo va lacio, -lacio baba, dice una-. El maquillaje es sobrecargado en ojos y labios. Las blusas entalladas y escotadas. Aretes, cadenas y pulseras de oro son de rigor, al igual que uñas falsas con decorados en pedrería -suaroskis, corrige la chica-. Calculadora en mano y una bolsa a la cintura –can-gu-re-ra, deletrea impaciente- completa su atuendo de trabajo, en ella esta la mercancía –puro billete verde- dice socarrona.
Como música de fondo se escuchan los corridos que salen de una de las tiendas de discos, imponiéndose al ruido vehicular.
- ¿Conoces el corrido de “La reina del sur?”
- ¡Claaaroo!
- Teresa Mendoza era “dolarera” como tú.
- Sí, yo no la conocí pero otras sí, dicen que ni era tan bonita. Bonitilla sin mucho chiste.
- Tú ¿cómo te llamas?
- ¡Ay! No, para qué quiere saber (sonrisas nerviosas y gesto que empieza a ponerse adusto)
- Nomás, para un trabajo que estoy haciendo.
- ¡Ay!, pues póngale como quiera.
Levanta la calculadora, en esta calle, sinónimo de dólar. Fin de la plática. Regresa a lo suyo olvidándose que de su cuello, entre un par de cadenas de oro trae otra con una placa que dice Yamileth.
No dio tiempo de decirle que cuando le cuenten que conocieron a Teresa Mendoza les aclare que no existió. Que cuando un escritor oyó el corrido de “Camelia la texana”, cantado por los Tigres del Norte, le surgió la idea e hizo La reina del sur y que a su vez el grupo le correspondió grabando un corrido al personaje.
No hubo oportunidad de decirle que Ángel González escribió “Contrabando y traición” inspirado por una amiga suya, llamada Camelia, y por Emilio Varela, su cuñado, que no la conoce. La musa, para colmo, ni vive ni vivió en Texas, sino en Los Ángeles, California.
No hubo forma de contarle que todo lo que dice “Contrabando y Traición” sólo ocurrió en la imaginación del compositor; que Margarita la de Tijuana, Carmela la michoacana, Josefa la canadiense y las damas de la Suburban y del Montecarlo tampoco existieron y sus autores las crearon , para aprovechar el éxito de Camelia.
Ni cómo platicarle que “Las monjitas” (dos muchachas autoapodadas Sor Juana y Sor Presa, vestidas de monjas, pasaban cocaína por California, diciendo que era leche en polvo para un orfanato) son un invento del compositor Francisco Quintero.
Autor igualmente de También las mujeres pueden, Quintero le aclaró al escritor y músico estadounidense Elijah Wald (para su libro Narcocorrido) que nada de lo que dice esta canción sucedió. Wald cita en voz de Quintero: “No, no, todo lo que yo hago es ficticio. Yo no me rozo con esa gente, porque rozarse con esa gente es peligroso”.
También las mujeres pueden comienza: En el Restaurant Durango, de la Puente, California, tres muchachas esperaban, procedentes de Colombia. Ahí quedaron de verse con las dos de Sinaloa. Excepto el Restaurant Durango, en el resto de toda la letra se sacrifica la verdad en aras de la rima.
El 2002 fue el año de “La reina del sur”. La novela y el corrido del mismo nombre tomaron por asalto librerías y discotecas. Por ese tiempo, el nombre de la sinaloense Sandra Ávila Beltrán saltaba a las páginas de los periódicos. Señalada como pieza clave en las redes del narcotráfico, citaban que el fuerte de sus negocios era el lavado de dinero y el control de las vías marítimas, para el tráfico de drogas de Colombia a Estados Unidos. Esta coincidencia con Teresa Mendoza bastó para que el imaginario popular hiciera el resto.
Las noticias sobre el poderío de Sandra Ávila parecían rebasar la ficción, hubo quienes dudaron de su existencia. Me gusta escuchar consejos, pero no me manden nada, cuando algo me sale mal, a mi nadie me regaña, canta su corrido.
El 6 de octubre del 2002, la Procuraduría General de la República (PGR) emitió el boletín 904. Consignaba la detención, en el aeropuerto de la capital mexicana, de las colombianas Martha Lucía Riveros y Liliana Bustamante Trujillo. Las empleadas de Sandra Ávila transportaban dos millones de dólares en sus maletas. Tras la detención la PGR aseguró 225 propiedades (casas, predios y empresas) de Sandra Ávila Beltrán, “quien también se hace llamar Sandra Ávila López, Sandra Luz Arrollo Ochoa, Karla Orozco Lizárraga, Andrea Medina Reyes o María Luisa Ávila Beltrán”. Buscada por la justicia de México y de Estados Unidos, esta sí resultó de verdad.
También de verdad es Enedina Arellano Félix. El 3 de febrero del 2007, el diario El Universal publicó el artículo Las mujeres de la mafia, escrito por Humberto Melgoza Vega, ahí asienta que, licenciada en economía, “Enedina Arellano, junto con su hermano Eduardo, médico cirujano de profesión, tuvieron que hacerse cargo de las operaciones del cártel no tanto por voluntad propia, sino más bien obligados por las circunstancias”.
Dicen los que dicen saber que en la familia Arellano Félix el nombre de Enedina se repite en todas las ramas del árbol genealógico. De ser cierto serían muchas Enedinas, como cierto es que en Sinaloa hay tantas verdaderas historias sobre el narcotráfico y sus protagonistas, como número de habitantes.
La otra lista de éxitos
Con su disco “Que me entierren con la banda” Jenny Rivera saltó a los primeros lugares en las listas de éxitos. La producción, del sello Fonovisa, contenía “También las mujeres pueden” y “Las chakalosas”; esta última, autoría de la propia intérprete, parece ser el primer corrido escrito por una mujer sobre las mafiosas.
Hija del cantante y productor musical Pedro Rivera. Hermana del también cantante Lupillo Rivera. Jenny estaba a punto de renunciar a su carrera artística, tras cinco discos que pasaron sin pena ni gloria, según ha contado su papá en diversas entrevistas.
Que me entierren con la banda, el álbum de despedida se convirtió en el principio de su triunfo. Hoy en día, los anunciadores la presentan como La primera dama del corrido.
Administradora de empresas, licenciada en bienes raíces, Jenny Rivera es, a decir de su padre y productor “la mujer que está vendiendo más discos”. Víctima de violencia doméstica, la también apodada Diva de la banda se declara una defensora de las mujeres. Audaz, ha grabado temas como “Parrandera, rebelde y atrevida”, “La socia” y “Se las voy a dar a otro”, pero son sus corridos a las mujeres de la mafia los mayores éxitos.
¿Jenny Rivera?. ¡Aah! Ella es palabras mayores, dice el encargado de una de las tiendas de discos de “El mercadito”.
Toma en sus manos uno de los compactos abiertos y aparece una foto de la Rivera con un traje que se advierte fino. Su sonrisa pícara y mirada coqueta suavizan la pistola que trae en mano.
- ¿Es la única que canta corridos de narcos?
- De narcos no, pero de narcas creo que sí. No hay muchas. Están Las palomas, el Dueto Río Bravo, Las Flores, Las Jilguerillas y Las Espuelas (puros duetos) y ya.
- Ellas no componen de narcos, no más cantan. La única cantautora de malandrinas es Jenny.
De enero del año 2000 a enero del 2007 murieron en Sinaloa 223 mujeres por causas dolosas, de acuerdo a cifras de la Procuraduría General de Justicia del Estado, del Centro para la Prevención y Atención de la Violencia Intrafamiliar y de los diarios locales. El número es impreciso, pero autoridades estiman que casi la mitad de los asesinatos se relaciona con el narcotráfico. Ellas todavía no tienen corridos.
Las cantantes de corridos perrones (como popularmente se les dice aquí a los narcocorridos) rebasan la decena de producciones en su trayectoria. Rara vez actúan en vivo y cuando lo hacen es en bailes alternando con grupos de mayor renombre. Sus grabaciones son para sellos regionales. No cuentan con el respaldo mercadotécnico de las transnacionales y se les nota, aunque no en lo que a cosechar ingresos se refiere.
En otra tienda, una señora, ya entrada en años, de pelo corto pintado en un tono rubio casi naranja, abre la vitrina de los discos a la vez que aclara “nada más tenemos dos de Las Jilguerillas, los demás están agotados”. Entrega una pieza y pide espéreme aquí, voy a la bodega a ver si me queda uno que trae puros corridos.
Confiando en la honradez del cliente, sale y lo deja solo en el lugar. A los minutos, un hombre se acerca, él también atiende aquí. Atento, escucha lo que busca el comprador. Hurga entre una pila de compactos, saca un paquete con tres discos de Las Palomas.
-Estas también son muy buenas, pero no tan conocidas como Jenny. De ellas no se sabe mucho. Son populares entre otra gente, no se si me entiende.
En lo que la vendedora del pelo casi naranja regresaba, su relevo tomó la plática:
-Todas estas (cantantes) son de aquí de Culiacán o de lugares circunvecinos. Venden mucho, muchísimo.. No les darán discos de oro o reconocimientos, pero ¡ah como venden! Ahorita, por ejemplo, de Las Jilguerillas nada más nos quedan dos discos y de Las Palomas este paquete. Del Dueto Río Bravo hay uno y de las otras nada, agotado. Están los (discos) de Jenny, pero es aparte, son compañías grandes. Éstas están con unas chicas, pero en ventas van parejas.
- ¿Cómo cuanto son muchos discos?
- Imagínese. Aquí traen diez mil y se acaban, más los que llevan a otros puntos de la ciudad, del estado, de Michoacán, Jalisco y todo el norte de México. Aparte lo que va a Estados Unidos, Los Ángeles, Chicago, la raza que está en Nueva York, todo se vende. Algunos discos ya no se encuentran y hay quienes ofrecen lo que les pida por ellos, porque traen algún corrido que les interesa en especial, o vaya usted a saber.
La industria discográfica se queja mundialmente de la piratería, pero aquí las mermas nada tienen que ver con falsificaciones. Aquí las ventas las tumba el ejército.
Desde su campaña, el presidente mexicano Felipe Calderón le declaró la guerra al narcotráfico; al llegar al Poder, a través del Ejército, implementó operativos en el estado de Michoacán, así como en las ciudades de Tijuana, Baja California, y Monterrey, en Nuevo León. Sinaloa no estuvo exento y también arribaron los convoyes de soldados, hace aproximadamente un mes.
En lo que pudiera parecer una contradicción, el vendedor lamenta que de Sinaloa la cara del narcotráfico interese más al exterior, pero también suelta la retahíla:
- Desde que llegó el ejército las ventas han caído como el 80 por ciento. Antes, diario llegaban aquí mínimo 35 Hummers, contaditas. En un día malo sacábamos 300 discos. Ahora no ve ni una Hummer, ni Escalade ni nada de eso, porque la gente “pesada” (la importante) anda en puro carrito chico, en bajo perfil. Así les pasan por las narices y ni quien les haga nada, a menos que sea consigna, eso ya se sabe. Y es que Calderón quiere quedar bien con los gringos, con los Estados Unidos. Se puso a destruir sembradíos sin haberle dado antes opciones a toda esa gente que se quedó desempleada. Esto se va a poner muy feo porque esos se van a ir a las gavillas, a los secuestros, a robar. Están acostumbrados a otros ingresos, a otros valores, y cuando no tengan dinero van a bajar a la ciudad, como quien sale a buscar alimento. Calderón no vio eso. Rompió el equilibrio.
La señora regresa con el prometido disco en mano. Era el último, lléveselo porque no lo encuentra fácil, es el de “Corridos Calientes” con Las Jilguerillas. Doce corridos de narcos. ¿Cómo dejar pasar la irrepetible oportunidad?
Dos señoras, como de 40 años, con vestidos color rosa con dorado, muchas cadenas y grandes arracadas de oro sonríen en la carátula. Son Imelda y Amparo, así, sin apellidos. En la tienda, para antojar al cliente, el vendedor había puesto en el estéreo algo de ellas, del Dueto Río Bravo y de Las Palomas. Todas tienen voz nasal, incluyendo a la Rivera, pareciera que es la tesitura ideal para cantar narcocorridos.
Ya fuera de la tienda llama la atención la ausencia de camionetas lujosas en estas calles, por las que diario transitan decenas, quizás cientos, de vehículos, cuyo valor en las agencias se dice en dólares.
De la discoteca se alcanza a escuchar el canto de una mujer: Adiós les dicen, las chakas se van para Culiacán, o con rumbo pa’ Durango, tal vez para Michoacán, de dónde son éstas morras, la verdad no la sabrán.
Marisa Pineda.- Es del mero Sinaloa. Fanática de la lucha libre. Adicta a los chocolates. Le gusta el café, la comida chatarra, las flores, el vino blanco, leer, la música y los viernes. También ver televisión; los programas policíacos, de asesinos seriales y las caricaturas (Don Gato y Los Simpson) están en sus favoritos. Del cine prefiere las películas bobas con final feliz, las de Mauricio Garcés, las de Pedro Infante y la trilogía de El Padrino. Cree en la reencarnación y en el poder de la fe. Es totalmente neurótica y peligrosamente despistada.
Puras mujeres bravas
Por Marisa Pineda
Sonaron siete balazos, Camelia “La texana” mataba a Emilio Varela porque la botó por la dueña de su vida. Desde ahí ya nada fue igual. La historia de amor y desamor del par de contrabandistas es un parteaguas en los corridos. Atrás quedaban las mujeres resignadas para dar cabida a las entronas, a las fieras que no se andan con cosas, esas cuyas hazañas, a la vez de demostrar que también las mujeres pueden, producen millonarias ventas que las listas de éxitos no registran. Ventas que en Culiacán, el último mes, han caído 80 por ciento a causa de la entrada del ejército.
Al noroeste de México se encuentra Sinaloa, “líder nacional en alimentos” reza la frase que acompaña la imagen institucional del gobierno estatal. Bañado por el Océano Pacífico, colindando con Nayarit, Sonora, Durango y Chihuahua, Sinaloa es el estado mexicano con más importancia agrícola, el que tiene la mayor flota pesquera y el que, tan sólo en el 2006, aportó a las estadísticas 602 muertos por ejecuciones relacionadas con el narcotráfico, de ellas la mitad ocurrió en Culiacán, su capital.
Cuentan las historias que durante la Segunda Guerra Mundial vino a Sinaloa gente del Gobierno del presidente norteamericano Franklin Roosevelt, a promover la siembra de mariguana y amapola para enviarla a los soldados en guerra. La guerra se acabó pero la producción siguió. En los años 70, la flor de amapola que adornaba jardines y camellones de Culiacán fue arrancada de tajo, el combate a las drogas arrasaba así con lo que hasta ese momento era uno de los remedios más socorridos por madres y abuelas para el eficaz combate a la tos. Las calles de la ciudad se convirtieron en escenario para ajustes de cuentas entre los entonces llamados despectivamente “gomeros”. El repertorio musical cambió y aquellos hechos sangrientos se plasmaron en corridos. A la radio llegó “Contrabando y traición”.
Oriundo de Chihuahua, el compositor Ángel González escribió la canción allá por los años 60, grabándola en esa época el mariachi Joe Flores, artista con cierta popularidad en la región de Los Ángeles, California. Fue hasta 1972 cuando el incipiente grupo sinaloense Los Tigres del Norte la retomó, catapultándolos al éxito. De la pieza existen ahora incontables adaptaciones, incluso hasta en rock. Ángel González tiene una producción que rebasa las 500 canciones, “Contrabando y traición” es su único corrido que habla de drogas.
Con Camelia surgieron las versiones; que si era de Sinaloa, que si de Michoacán, algunos presumían conocerla y otros más compartían el secreto a voces de que estaba refugiada en la colonia Tierra Blanca, el suburbio más sangriento del Culiacán de entonces. En las fiestas y en la radio cada vez más mujeres pedían sin recato el rebautizado “Corrido de Camelia la Texana”. Hubo quienes ya no se conformaron con ser esposas, novias o amantes de “gomeros” e incursionaron en “el negocio” -como comenzaba a llamársele al narcotráfico-, sino a protagonizar sus propios corridos. A la par, surgían otras que empezaban a cantar los hechos de los mafiosos. La música fue el escenario para la armoniosa convivencia de aquellas mujeres bravas.
De Rosita Alvírez a Sandra Ávila
Año de 1900, en un barrio de Saltillo, Coahuila. Rosita Alvírez, hermosa, coqueta, gustosa de los bailes, se fue a un jolgorio ignorando las recomendaciones de su madre. Hipólito fue a esa fiesta y a Rosa se dirigió, como era la más bonita Rosita lo desairó y hasta ahí le llegó el corrido (como suele decirse en Sinaloa para referirse al fin de la vida). Hipólito sacó su pistola y no más tres tiros le dio. No más uno era de muerte.
A orillas del Río Bravo, en una hacienda escondida, Laurita mató a su novio porque ya no la quería y con otra iba a casarse nomás porque las podía. Laura Garza, la maestra de la escuela, se entregó a su novio Emilio Guerra. El tipo le salió con que ya tenía novia (Estela) pedida en matrimonio y su amor se había acabado; ella no aguantó el dolor de la vergüenza y la traición, de su abrigo sacó una escuadra cortita, con ella le dio seis tiros, luego se mató Laurita.
Las mujeres en los corridos terminaban inminentemente muertas. Sus intentos por rebelarse al destino eran castigados con la tragedia. Salvo en las canciones surgidas en la Revolución Mexicana (en 1910), donde la bravura de las soldaderas era premiada con la admiración y el amor de sus hombres, en todas las demás estaban destinadas a un sangriento final.
Eso venía desde “La Delgadina”, el romance español convertido en corrido, cuenta la historia de una niña abusada por su padre, que termina muerta de sed. La cama de Delgadina de ángeles esta rodeada. La cama del rey su padre de demonios apretada.
La historia fue así hasta la llegada de Camelia y con ella la advertencia: una hembra si quiere a un hombre por el puede dar la vida, pero hay que tener cuidado si esa hembra se encuentra herida. Igual a Laurita Garza, Camelia mató a su amante; a diferencia suya de Camelia nunca más se supo nada.
Enseguida llegaron Margarita la de Tijuana, Carmela la michoacana y Josefa la canadiense; la primera de nuevo en voz de Los Tigres del Norte, las otras dos con La Banda del Carro Rojo de los Hermanos Quintero.
De las alusiones a los lugares de origen se pasó a la moda de los vehículos; “La dama de la Suburban”, “La dama del Montecarlo” y “La camioneta gris” que traían bien arreglada Pedro Márquez y su novia.
Todas tenían un común denominador: eran bellas, bravas, hábiles para burlar a las corporaciones policíacas de México y Estados Unidos. Implacables con sus enemigos, no se tentaban el corazón para mandar matar a sus contrarios o liquidarlos ellas mismas.
Los años 80 y los 90 atestiguaron el éxito de las mujeres en la mafia. Ya eran muchas y Francisco Quintero, compositor de Los Ángeles, California, fue el primero en reconocerlo en “También las mujeres pueden” y además no andan con cosas. Cuando se enojan son fieras, esas caritas hermosas. Y con pistola en la mano, se vuelven repeligrosas. La canción la grabaron Los Tigres del Norte, en 1992, y fue un éxito. Seis años después, Jenny Rivera haría lo mismo.
Jenny Rivera dio voz a “Las chacalosas”, mafiosas de prosapia que reconocen Soy hija de un traficante, conozco bien las movidas, me críe entre la mafia grande. De la mejor mercancía me enseñó a vender mi padre.
El siglo veintiuno trajo consigo los corridos de las sinaloenses Enedina Arellano y Sandra Ávila Beltrán. Explosión Norteña canta cómo Enedina Arellano Félix tuvo que hacerse cargo del Cártel de Tijuana, a la muerte y encarcelamiento de sus hermanos Ramón y Benjamín. Los Tucanes de Tijuana cuentan como la astucia y el arrojo de Sandra Ávila la han llevado a controlar el lavado de dinero, desde Jalisco hasta Sonora y al sur de California, Estados Unidos. Ese control de la zona le ha ganado el apodo de “La reina del Pacífico”.
Si se pregunta a cualquier vendedor de discos, en los mercados de Culiacán, cuál es el corrido más nuevo de mujeres mafiosas, la respuesta es unánime: “el de La reina del Pacífico, con los Tucanes”. Por ciento veinte pesos, la más reciente historia musical de narcas es suya.
La ficción apunta al norte
El periodista y escritor español Arturo Pérez Reverte ha dicho que su novela La reina del sur se inspiró en el corrido de “Camelia la texana”, y que el personaje principal, Teresa Mendoza, surgió al ver a las muchachas que venden dólares en Culiacán.
En el cuadro comprendido entre las calles Juárez, Hidalgo, Galeana y Granados se encuentra “El mercadito”. Cual camaleón una placa se pierde entre anuncios, en ella se lee: Centro Comercial Rafael Buelna. Fundado en 1962. La gente le puso el diminutivo para diferenciarlo del Mercado Garmendia, el “Mercado grande” de la capital.
“El mercadito” ofrece una amplia gama de artículos. La oferta brinca de las frutas y verduras frescas a las alhajas; de los productos típicos de la región a la ropa de diseñador (Moschino, Louis Vuitton, Versace); de las tortillas a las botas y cintos de pieles exóticas, con precios que alcanzan cifras de cuatro ceros.
También están las tiendas que venden todo el equipo pa’ la siembra de la manzana, como eufemísticamente llaman al cultivo de enervantes: fertilizantes, aperos de labranza, mangueras, chalecos de camuflaje, cuatrimotos. Todo listo, nada más para poner las semillas.
En la calle Juárez, están las dolareras. Decenas de jovencitas de cuerpos curvilíneos, sin necesidad de gimnasio o cirugía. Todas traen pantalones, ajustadísimos, de mezclilla azul, blanca y negra, cual si fueran los colores oficiales. El pelo largo en rubio clarísimo o negro oscurísimo va lacio, -lacio baba, dice una-. El maquillaje es sobrecargado en ojos y labios. Las blusas entalladas y escotadas. Aretes, cadenas y pulseras de oro son de rigor, al igual que uñas falsas con decorados en pedrería -suaroskis, corrige la chica-. Calculadora en mano y una bolsa a la cintura –can-gu-re-ra, deletrea impaciente- completa su atuendo de trabajo, en ella esta la mercancía –puro billete verde- dice socarrona.
Como música de fondo se escuchan los corridos que salen de una de las tiendas de discos, imponiéndose al ruido vehicular.
- ¿Conoces el corrido de “La reina del sur?”
- ¡Claaaroo!
- Teresa Mendoza era “dolarera” como tú.
- Sí, yo no la conocí pero otras sí, dicen que ni era tan bonita. Bonitilla sin mucho chiste.
- Tú ¿cómo te llamas?
- ¡Ay! No, para qué quiere saber (sonrisas nerviosas y gesto que empieza a ponerse adusto)
- Nomás, para un trabajo que estoy haciendo.
- ¡Ay!, pues póngale como quiera.
Levanta la calculadora, en esta calle, sinónimo de dólar. Fin de la plática. Regresa a lo suyo olvidándose que de su cuello, entre un par de cadenas de oro trae otra con una placa que dice Yamileth.
No dio tiempo de decirle que cuando le cuenten que conocieron a Teresa Mendoza les aclare que no existió. Que cuando un escritor oyó el corrido de “Camelia la texana”, cantado por los Tigres del Norte, le surgió la idea e hizo La reina del sur y que a su vez el grupo le correspondió grabando un corrido al personaje.
No hubo oportunidad de decirle que Ángel González escribió “Contrabando y traición” inspirado por una amiga suya, llamada Camelia, y por Emilio Varela, su cuñado, que no la conoce. La musa, para colmo, ni vive ni vivió en Texas, sino en Los Ángeles, California.
No hubo forma de contarle que todo lo que dice “Contrabando y Traición” sólo ocurrió en la imaginación del compositor; que Margarita la de Tijuana, Carmela la michoacana, Josefa la canadiense y las damas de la Suburban y del Montecarlo tampoco existieron y sus autores las crearon , para aprovechar el éxito de Camelia.
Ni cómo platicarle que “Las monjitas” (dos muchachas autoapodadas Sor Juana y Sor Presa, vestidas de monjas, pasaban cocaína por California, diciendo que era leche en polvo para un orfanato) son un invento del compositor Francisco Quintero.
Autor igualmente de También las mujeres pueden, Quintero le aclaró al escritor y músico estadounidense Elijah Wald (para su libro Narcocorrido) que nada de lo que dice esta canción sucedió. Wald cita en voz de Quintero: “No, no, todo lo que yo hago es ficticio. Yo no me rozo con esa gente, porque rozarse con esa gente es peligroso”.
También las mujeres pueden comienza: En el Restaurant Durango, de la Puente, California, tres muchachas esperaban, procedentes de Colombia. Ahí quedaron de verse con las dos de Sinaloa. Excepto el Restaurant Durango, en el resto de toda la letra se sacrifica la verdad en aras de la rima.
El 2002 fue el año de “La reina del sur”. La novela y el corrido del mismo nombre tomaron por asalto librerías y discotecas. Por ese tiempo, el nombre de la sinaloense Sandra Ávila Beltrán saltaba a las páginas de los periódicos. Señalada como pieza clave en las redes del narcotráfico, citaban que el fuerte de sus negocios era el lavado de dinero y el control de las vías marítimas, para el tráfico de drogas de Colombia a Estados Unidos. Esta coincidencia con Teresa Mendoza bastó para que el imaginario popular hiciera el resto.
Las noticias sobre el poderío de Sandra Ávila parecían rebasar la ficción, hubo quienes dudaron de su existencia. Me gusta escuchar consejos, pero no me manden nada, cuando algo me sale mal, a mi nadie me regaña, canta su corrido.
El 6 de octubre del 2002, la Procuraduría General de la República (PGR) emitió el boletín 904. Consignaba la detención, en el aeropuerto de la capital mexicana, de las colombianas Martha Lucía Riveros y Liliana Bustamante Trujillo. Las empleadas de Sandra Ávila transportaban dos millones de dólares en sus maletas. Tras la detención la PGR aseguró 225 propiedades (casas, predios y empresas) de Sandra Ávila Beltrán, “quien también se hace llamar Sandra Ávila López, Sandra Luz Arrollo Ochoa, Karla Orozco Lizárraga, Andrea Medina Reyes o María Luisa Ávila Beltrán”. Buscada por la justicia de México y de Estados Unidos, esta sí resultó de verdad.
También de verdad es Enedina Arellano Félix. El 3 de febrero del 2007, el diario El Universal publicó el artículo Las mujeres de la mafia, escrito por Humberto Melgoza Vega, ahí asienta que, licenciada en economía, “Enedina Arellano, junto con su hermano Eduardo, médico cirujano de profesión, tuvieron que hacerse cargo de las operaciones del cártel no tanto por voluntad propia, sino más bien obligados por las circunstancias”.
Dicen los que dicen saber que en la familia Arellano Félix el nombre de Enedina se repite en todas las ramas del árbol genealógico. De ser cierto serían muchas Enedinas, como cierto es que en Sinaloa hay tantas verdaderas historias sobre el narcotráfico y sus protagonistas, como número de habitantes.
La otra lista de éxitos
Con su disco “Que me entierren con la banda” Jenny Rivera saltó a los primeros lugares en las listas de éxitos. La producción, del sello Fonovisa, contenía “También las mujeres pueden” y “Las chakalosas”; esta última, autoría de la propia intérprete, parece ser el primer corrido escrito por una mujer sobre las mafiosas.
Hija del cantante y productor musical Pedro Rivera. Hermana del también cantante Lupillo Rivera. Jenny estaba a punto de renunciar a su carrera artística, tras cinco discos que pasaron sin pena ni gloria, según ha contado su papá en diversas entrevistas.
Que me entierren con la banda, el álbum de despedida se convirtió en el principio de su triunfo. Hoy en día, los anunciadores la presentan como La primera dama del corrido.
Administradora de empresas, licenciada en bienes raíces, Jenny Rivera es, a decir de su padre y productor “la mujer que está vendiendo más discos”. Víctima de violencia doméstica, la también apodada Diva de la banda se declara una defensora de las mujeres. Audaz, ha grabado temas como “Parrandera, rebelde y atrevida”, “La socia” y “Se las voy a dar a otro”, pero son sus corridos a las mujeres de la mafia los mayores éxitos.
¿Jenny Rivera?. ¡Aah! Ella es palabras mayores, dice el encargado de una de las tiendas de discos de “El mercadito”.
Toma en sus manos uno de los compactos abiertos y aparece una foto de la Rivera con un traje que se advierte fino. Su sonrisa pícara y mirada coqueta suavizan la pistola que trae en mano.
- ¿Es la única que canta corridos de narcos?
- De narcos no, pero de narcas creo que sí. No hay muchas. Están Las palomas, el Dueto Río Bravo, Las Flores, Las Jilguerillas y Las Espuelas (puros duetos) y ya.
- Ellas no componen de narcos, no más cantan. La única cantautora de malandrinas es Jenny.
De enero del año 2000 a enero del 2007 murieron en Sinaloa 223 mujeres por causas dolosas, de acuerdo a cifras de la Procuraduría General de Justicia del Estado, del Centro para la Prevención y Atención de la Violencia Intrafamiliar y de los diarios locales. El número es impreciso, pero autoridades estiman que casi la mitad de los asesinatos se relaciona con el narcotráfico. Ellas todavía no tienen corridos.
Las cantantes de corridos perrones (como popularmente se les dice aquí a los narcocorridos) rebasan la decena de producciones en su trayectoria. Rara vez actúan en vivo y cuando lo hacen es en bailes alternando con grupos de mayor renombre. Sus grabaciones son para sellos regionales. No cuentan con el respaldo mercadotécnico de las transnacionales y se les nota, aunque no en lo que a cosechar ingresos se refiere.
En otra tienda, una señora, ya entrada en años, de pelo corto pintado en un tono rubio casi naranja, abre la vitrina de los discos a la vez que aclara “nada más tenemos dos de Las Jilguerillas, los demás están agotados”. Entrega una pieza y pide espéreme aquí, voy a la bodega a ver si me queda uno que trae puros corridos.
Confiando en la honradez del cliente, sale y lo deja solo en el lugar. A los minutos, un hombre se acerca, él también atiende aquí. Atento, escucha lo que busca el comprador. Hurga entre una pila de compactos, saca un paquete con tres discos de Las Palomas.
-Estas también son muy buenas, pero no tan conocidas como Jenny. De ellas no se sabe mucho. Son populares entre otra gente, no se si me entiende.
En lo que la vendedora del pelo casi naranja regresaba, su relevo tomó la plática:
-Todas estas (cantantes) son de aquí de Culiacán o de lugares circunvecinos. Venden mucho, muchísimo.. No les darán discos de oro o reconocimientos, pero ¡ah como venden! Ahorita, por ejemplo, de Las Jilguerillas nada más nos quedan dos discos y de Las Palomas este paquete. Del Dueto Río Bravo hay uno y de las otras nada, agotado. Están los (discos) de Jenny, pero es aparte, son compañías grandes. Éstas están con unas chicas, pero en ventas van parejas.
- ¿Cómo cuanto son muchos discos?
- Imagínese. Aquí traen diez mil y se acaban, más los que llevan a otros puntos de la ciudad, del estado, de Michoacán, Jalisco y todo el norte de México. Aparte lo que va a Estados Unidos, Los Ángeles, Chicago, la raza que está en Nueva York, todo se vende. Algunos discos ya no se encuentran y hay quienes ofrecen lo que les pida por ellos, porque traen algún corrido que les interesa en especial, o vaya usted a saber.
La industria discográfica se queja mundialmente de la piratería, pero aquí las mermas nada tienen que ver con falsificaciones. Aquí las ventas las tumba el ejército.
Desde su campaña, el presidente mexicano Felipe Calderón le declaró la guerra al narcotráfico; al llegar al Poder, a través del Ejército, implementó operativos en el estado de Michoacán, así como en las ciudades de Tijuana, Baja California, y Monterrey, en Nuevo León. Sinaloa no estuvo exento y también arribaron los convoyes de soldados, hace aproximadamente un mes.
En lo que pudiera parecer una contradicción, el vendedor lamenta que de Sinaloa la cara del narcotráfico interese más al exterior, pero también suelta la retahíla:
- Desde que llegó el ejército las ventas han caído como el 80 por ciento. Antes, diario llegaban aquí mínimo 35 Hummers, contaditas. En un día malo sacábamos 300 discos. Ahora no ve ni una Hummer, ni Escalade ni nada de eso, porque la gente “pesada” (la importante) anda en puro carrito chico, en bajo perfil. Así les pasan por las narices y ni quien les haga nada, a menos que sea consigna, eso ya se sabe. Y es que Calderón quiere quedar bien con los gringos, con los Estados Unidos. Se puso a destruir sembradíos sin haberle dado antes opciones a toda esa gente que se quedó desempleada. Esto se va a poner muy feo porque esos se van a ir a las gavillas, a los secuestros, a robar. Están acostumbrados a otros ingresos, a otros valores, y cuando no tengan dinero van a bajar a la ciudad, como quien sale a buscar alimento. Calderón no vio eso. Rompió el equilibrio.
La señora regresa con el prometido disco en mano. Era el último, lléveselo porque no lo encuentra fácil, es el de “Corridos Calientes” con Las Jilguerillas. Doce corridos de narcos. ¿Cómo dejar pasar la irrepetible oportunidad?
Dos señoras, como de 40 años, con vestidos color rosa con dorado, muchas cadenas y grandes arracadas de oro sonríen en la carátula. Son Imelda y Amparo, así, sin apellidos. En la tienda, para antojar al cliente, el vendedor había puesto en el estéreo algo de ellas, del Dueto Río Bravo y de Las Palomas. Todas tienen voz nasal, incluyendo a la Rivera, pareciera que es la tesitura ideal para cantar narcocorridos.
Ya fuera de la tienda llama la atención la ausencia de camionetas lujosas en estas calles, por las que diario transitan decenas, quizás cientos, de vehículos, cuyo valor en las agencias se dice en dólares.
De la discoteca se alcanza a escuchar el canto de una mujer: Adiós les dicen, las chakas se van para Culiacán, o con rumbo pa’ Durango, tal vez para Michoacán, de dónde son éstas morras, la verdad no la sabrán.
Marisa Pineda.- Es del mero Sinaloa. Fanática de la lucha libre. Adicta a los chocolates. Le gusta el café, la comida chatarra, las flores, el vino blanco, leer, la música y los viernes. También ver televisión; los programas policíacos, de asesinos seriales y las caricaturas (Don Gato y Los Simpson) están en sus favoritos. Del cine prefiere las películas bobas con final feliz, las de Mauricio Garcés, las de Pedro Infante y la trilogía de El Padrino. Cree en la reencarnación y en el poder de la fe. Es totalmente neurótica y peligrosamente despistada.
lunes, 26 de marzo de 2007
Declaración del Colectivo La Bitachera
Somos los bitaches y con eso podría ser suficiente, pero queremos decir y hacer más.
El colectivo que construimos, o dicho en otros términos, la casa o panal, toma forma día con día gracias al esfuerzo de todos. De Reyna Elena, del Chuyito y de la Azu. De Raúl, Nelly y Pamela. De Joaquín, Perla, Gustavo y la Marisa. Todos juntos en una misma travesía. Tan diversos y tan juntos en una misma dirección. En un idéntico objetivo que labramos por igual, con gran ánimo.
Somos como un enjambre de soñadores que construyen su camino para llegar, como llegan rebeldes, impetuosas, frescas y fuertes las aguas del río hasta el mar. Nuestro cauce es el del conocimiento, el del arte y la cultura. Para nosotros las vías hay que hacerlas y hay que andarlas, con dignidad y alegría, o no estuviéramos aquí y aquí estamos. Porque eso es lo que queremos y nos gusta. Para ello vivimos y así también nos gusta estar. A todos. Volamos por la literatura, la danza, la música y el periodismo; por el mundo del teatro, la pintura y el cine, por la vida. Así vamos. Nuestra premisa es la creatividad y la libertad. Porque el ser humano es creador por naturaleza. Nuestra idea es recuperar esas ganas de hacer y decir. Nuestro aguijón es la palabra hablada y escrita, el arma más poderosa de todas.
No somos diferentes a los demás, ni superiores. Sólo somos nosotros; los mismos que recorreremos juntos cada calle, cada recinto y cada fiesta. Sin olvidar aquella tarde del 23 de febrero cuando nos parió un curso de periodismo. Desde entonces compartimos ideas y risas. La sombra de un árbol y la energía del sol. Intercambiamos murmullos y nos refrescamos con palabras de aliento. Así ya nada permanece estático, porque caminamos con esperanza y realidad. Y para quien quiera ser amigo le daremos una razón de serlo.
Surgimos bitaches para crecer y ser más grandes, sin pasar sobre nadie, transitando a un lado, nutriéndonos, ayudándonos, como lo hacen los bitaches, acá en Culiacán, Sinaloa. Al igual que esas avispas somos gregarios, apenas diez en la colmena, los suficientes para aprender y divertirnos juntos. Así vamos de día y de noche, con la certeza de que hacemos lo adecuado y si no es así al menos lo intentamos.
La riqueza de nuestros sentidos está en percibir el mundo desde varias perspectivas, cada una igual de respetable, valiosa, aleccionadora.
Los bitaches son “el avispero que trabaja”, los antiguos pueblos yaquis y mayos del noroeste de México les llamaron así en lengua cahíta. Los científicos dijeron que esas avispas son muy adaptables a la hora de hacer sus casas, que son tranquilos en tanto no se les provoque y que, una vez enojados, la colmena entera demuestra porque son las avispas con el piquete más bravo. Los bitaches cuidaremos la casa como lo que somos y hay de aquellos, pues, que alboroten la bitachera.
Salud, que pronto nos encontraremos por ahí en este vuelo de sueños que hemos emprendido.
Yo soy Reyna Elena.- (Helen, me dice mi amá. Queen Hellen pa’ los amigos, la Medusa en la reporteada). Adoro la papa en todas sus “manifestaciones divinas”: papas fritas, puré de papas, caldo de papas con queso y tortillas de harina, papas con chorizo, enrollado de papa, papas cocidas con limón y chile. Prefiero el calor, la playa, andar en shorts, devorar kilómetros de carretera con mi hermanita Iliana al volante. Amo el olor y el sabor de los libros, las plumas fuente de punto fino, la textura del papel. Puedo ver la misma película una y otra vez: Bladerunner, El paciente Inglés, El Padrino, Star Wars, High Lander. Me curo con homeopatía, reiki y Energía Divina. Creo en la inmortalidad del alma. En mi colección privada tengo a Robert Redford, Paul Newman, Marlon Brando, Pierce Brosnan y Andy García. Me gustan los besos, largos y profundos. Amo a mi familia y a mis amigos. Soy adicta al trabajo y pertenezco a la Pacífico. Antes yo era una “abeja Reyna”, ahora soy una “bitacha”.
Este mensaje (10, 9…) se a u t o (8, 7 …) d e s t r u i r á (6, 5, 4…) en diez (3, 2…) segundos… ¡Corran! ------------------------
Soy Raúl Quiroz.- Me gusta ser soñador de cosas imposibles, porque al menos me hacen avanzar. Sueño, por ejemplo, que es posible un mundo feliz, sin autoridad y en anarquía, donde los seres humanos realmente seamos hermanos, donde no haya fronteras y nuestra religión sea hacer el bien. Y es que todos los sueños son posibles. Creo. Sueño dormido y sueño despierto. También quiero decir que desde hace algún tiempo estoy enamorado, y más que eso, amo a LA MAR...pero no a cualquiera, sino a la Mar de Marzo. ¿La Mar de Marzo?...sí a esa mar que se me niega, que me deja con los pies hundidos en la arena mientras ella se reatrae en forma de olas. Aún así, ¿saben?, amo a la Mar de Marzo, aunque ya no pueda mojarme en ella. Y sé que un día encontraré a La Pescadita de esas aguas y será sólo para mi charquito, ese charquito que es mi mundoraúl. Y en esa posibilidad de cumplir todos los sueños he asumido el periodismo como un servicio a la sociedad, a los sin voz, a los olvidados y despreciados. Y antes asumí la abogacía también como un arma. ¡Ahh! y también quiero hacerme de la fantasía de crear personales y realidades a través de la literatura. Y bueno, pues ese soy, a veces menos a veces más, pero en síntesis soy yo, Raúl. Fin. End. Se acabó. Bye. Adiós. Ahora si, adiós. Tán tán. Fin total.
Y yo soy Nelly.- Soy de Guadalajara y desde hace 11 años, adoptiva de Culiacán. Adoro la música de Mozart, las novelas de Kundera y la poesía de Segovia. Desde hace dos años soy "adicta" a las películas infantiles, gracias a un pequeño que todos los días me enseña que la vida es súper divertida cuando se hace lo que realmente se quiere: Luis Alfredo, mi hijo culichi de 2 años. Creo en lo Divino, en la evolución del alma y como la Reyna, también me curo con homeopatía. Me gusta mi trabajo en Noroeste, disfruto estar en mi casa y me encanta platicar con mis amigos. Lo mejor que tengo en la vida es sin duda mi familia.
Azucena.- Pensar en uno mismo no es difícil. Para mí, soy alegre y sangrona a la vez, claro, sólo con quien así debo serlo, me gusta leer, aunque a veces no tengo mucho tiempo, me agradaba la danza, ya no porque renuncié a ella, la música, el cine y escribir, son algunas otras cosas que me entretienen. Disfruto conocer nuevas historias, lugares y platicar y pensar que cada día será un misterio.
Marisa Pineda.- Es del mero Sinaloa. Desde que aprendió a hablar se refiere a sí misma en tercera persona. Fanática de la lucha libre. Adicta a los chocolates. Le gusta el café, la comida chatarra (y la gourmet), las flores, el vino blanco, leer, la música y los viernes. También ver televisión; los programas policíacos, de asesinos seriales y las caricaturas (Don Gato y Los Simpson) están en sus favoritos. Del cine prefiere las películas bobas con final feliz, las de Mauricio Garcés, las de Pedro Infante y la trilogía de El Padrino, esta última es su máximo. Cree en la reencarnación y en el poder de la fe. Es totalmente neurótica y peligrosamente despistada.
El colectivo que construimos, o dicho en otros términos, la casa o panal, toma forma día con día gracias al esfuerzo de todos. De Reyna Elena, del Chuyito y de la Azu. De Raúl, Nelly y Pamela. De Joaquín, Perla, Gustavo y la Marisa. Todos juntos en una misma travesía. Tan diversos y tan juntos en una misma dirección. En un idéntico objetivo que labramos por igual, con gran ánimo.
Somos como un enjambre de soñadores que construyen su camino para llegar, como llegan rebeldes, impetuosas, frescas y fuertes las aguas del río hasta el mar. Nuestro cauce es el del conocimiento, el del arte y la cultura. Para nosotros las vías hay que hacerlas y hay que andarlas, con dignidad y alegría, o no estuviéramos aquí y aquí estamos. Porque eso es lo que queremos y nos gusta. Para ello vivimos y así también nos gusta estar. A todos. Volamos por la literatura, la danza, la música y el periodismo; por el mundo del teatro, la pintura y el cine, por la vida. Así vamos. Nuestra premisa es la creatividad y la libertad. Porque el ser humano es creador por naturaleza. Nuestra idea es recuperar esas ganas de hacer y decir. Nuestro aguijón es la palabra hablada y escrita, el arma más poderosa de todas.
No somos diferentes a los demás, ni superiores. Sólo somos nosotros; los mismos que recorreremos juntos cada calle, cada recinto y cada fiesta. Sin olvidar aquella tarde del 23 de febrero cuando nos parió un curso de periodismo. Desde entonces compartimos ideas y risas. La sombra de un árbol y la energía del sol. Intercambiamos murmullos y nos refrescamos con palabras de aliento. Así ya nada permanece estático, porque caminamos con esperanza y realidad. Y para quien quiera ser amigo le daremos una razón de serlo.
Surgimos bitaches para crecer y ser más grandes, sin pasar sobre nadie, transitando a un lado, nutriéndonos, ayudándonos, como lo hacen los bitaches, acá en Culiacán, Sinaloa. Al igual que esas avispas somos gregarios, apenas diez en la colmena, los suficientes para aprender y divertirnos juntos. Así vamos de día y de noche, con la certeza de que hacemos lo adecuado y si no es así al menos lo intentamos.
La riqueza de nuestros sentidos está en percibir el mundo desde varias perspectivas, cada una igual de respetable, valiosa, aleccionadora.
Los bitaches son “el avispero que trabaja”, los antiguos pueblos yaquis y mayos del noroeste de México les llamaron así en lengua cahíta. Los científicos dijeron que esas avispas son muy adaptables a la hora de hacer sus casas, que son tranquilos en tanto no se les provoque y que, una vez enojados, la colmena entera demuestra porque son las avispas con el piquete más bravo. Los bitaches cuidaremos la casa como lo que somos y hay de aquellos, pues, que alboroten la bitachera.
Salud, que pronto nos encontraremos por ahí en este vuelo de sueños que hemos emprendido.
Yo soy Reyna Elena.- (Helen, me dice mi amá. Queen Hellen pa’ los amigos, la Medusa en la reporteada). Adoro la papa en todas sus “manifestaciones divinas”: papas fritas, puré de papas, caldo de papas con queso y tortillas de harina, papas con chorizo, enrollado de papa, papas cocidas con limón y chile. Prefiero el calor, la playa, andar en shorts, devorar kilómetros de carretera con mi hermanita Iliana al volante. Amo el olor y el sabor de los libros, las plumas fuente de punto fino, la textura del papel. Puedo ver la misma película una y otra vez: Bladerunner, El paciente Inglés, El Padrino, Star Wars, High Lander. Me curo con homeopatía, reiki y Energía Divina. Creo en la inmortalidad del alma. En mi colección privada tengo a Robert Redford, Paul Newman, Marlon Brando, Pierce Brosnan y Andy García. Me gustan los besos, largos y profundos. Amo a mi familia y a mis amigos. Soy adicta al trabajo y pertenezco a la Pacífico. Antes yo era una “abeja Reyna”, ahora soy una “bitacha”.
Este mensaje (10, 9…) se a u t o (8, 7 …) d e s t r u i r á (6, 5, 4…) en diez (3, 2…) segundos… ¡Corran! ------------------------
Soy Raúl Quiroz.- Me gusta ser soñador de cosas imposibles, porque al menos me hacen avanzar. Sueño, por ejemplo, que es posible un mundo feliz, sin autoridad y en anarquía, donde los seres humanos realmente seamos hermanos, donde no haya fronteras y nuestra religión sea hacer el bien. Y es que todos los sueños son posibles. Creo. Sueño dormido y sueño despierto. También quiero decir que desde hace algún tiempo estoy enamorado, y más que eso, amo a LA MAR...pero no a cualquiera, sino a la Mar de Marzo. ¿La Mar de Marzo?...sí a esa mar que se me niega, que me deja con los pies hundidos en la arena mientras ella se reatrae en forma de olas. Aún así, ¿saben?, amo a la Mar de Marzo, aunque ya no pueda mojarme en ella. Y sé que un día encontraré a La Pescadita de esas aguas y será sólo para mi charquito, ese charquito que es mi mundoraúl. Y en esa posibilidad de cumplir todos los sueños he asumido el periodismo como un servicio a la sociedad, a los sin voz, a los olvidados y despreciados. Y antes asumí la abogacía también como un arma. ¡Ahh! y también quiero hacerme de la fantasía de crear personales y realidades a través de la literatura. Y bueno, pues ese soy, a veces menos a veces más, pero en síntesis soy yo, Raúl. Fin. End. Se acabó. Bye. Adiós. Ahora si, adiós. Tán tán. Fin total.
Y yo soy Nelly.- Soy de Guadalajara y desde hace 11 años, adoptiva de Culiacán. Adoro la música de Mozart, las novelas de Kundera y la poesía de Segovia. Desde hace dos años soy "adicta" a las películas infantiles, gracias a un pequeño que todos los días me enseña que la vida es súper divertida cuando se hace lo que realmente se quiere: Luis Alfredo, mi hijo culichi de 2 años. Creo en lo Divino, en la evolución del alma y como la Reyna, también me curo con homeopatía. Me gusta mi trabajo en Noroeste, disfruto estar en mi casa y me encanta platicar con mis amigos. Lo mejor que tengo en la vida es sin duda mi familia.
Azucena.- Pensar en uno mismo no es difícil. Para mí, soy alegre y sangrona a la vez, claro, sólo con quien así debo serlo, me gusta leer, aunque a veces no tengo mucho tiempo, me agradaba la danza, ya no porque renuncié a ella, la música, el cine y escribir, son algunas otras cosas que me entretienen. Disfruto conocer nuevas historias, lugares y platicar y pensar que cada día será un misterio.
Marisa Pineda.- Es del mero Sinaloa. Desde que aprendió a hablar se refiere a sí misma en tercera persona. Fanática de la lucha libre. Adicta a los chocolates. Le gusta el café, la comida chatarra (y la gourmet), las flores, el vino blanco, leer, la música y los viernes. También ver televisión; los programas policíacos, de asesinos seriales y las caricaturas (Don Gato y Los Simpson) están en sus favoritos. Del cine prefiere las películas bobas con final feliz, las de Mauricio Garcés, las de Pedro Infante y la trilogía de El Padrino, esta última es su máximo. Cree en la reencarnación y en el poder de la fe. Es totalmente neurótica y peligrosamente despistada.
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